El pintor se sirve de su paleta para conseguir los colores más idóneos para sus composiciones, de la misma forma el jardinero se sirve de las diferentes plantas anuales y sus espectaculares colores para crear auténticos esquemas artísticos.
Ahora aparecerán flores de colorido muy potente como son los rojos, anaranjados y amarillos. Es conveniente combinar con cuidado y conocimiento estos colores para favorecer el espacio de cualquier jardín.
La plantación excesiva de flor color rojo en un determinado rincón del jardín creará a simple vista una intensa mancha sin ningún sentido, mientras que si la mezclamos con amarillo, anaranjados e introducimos además flor blanca servirá para difuminar el escenario creando un ambiente más luminoso, dulce y atrayente que no pasará desapercibido a curiosos y entendidos.
Si la elección en este caso son flores color blanco podemos crear un arriate que rompa la monotonía del jardín combinándolas con abundante follaje verde. Esto permitirá crear un pequeño espacio de distinción y elegancia.
En cuanto al empleo de flores de color morado o azul debe realizarse con auténtica maestría.
El excesivo azul puede distraernos y alejar nuestra mirada de los restantes elementos o composiciones del jardín.
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