A pesar de ser otoño, Hondarribia está preciosa. No hay calle, paseo, jardín que brille con tanta intensidad como brillan en estos momentos.
Cualquier espectador con un poquito de sensibilidad percibe a simple vista que sus habitantes miman sus casas.
Unas casas encantadoras, típicas del País Vasco que pintan con sus colores, con los colores de su tierra.
Sus ventanas, balcones, patios interiores están decorados con suma sencillez. La disposición estéticamente agradable y cromática de las plantas transmite una sensación de admiración y completa belleza.
Convierten cualquier espacio en un pequeño reducto mágico lleno de fantasía, sólo apreciable por los que sentimos una desorbitada pasión por lo natural.
Por eso sus calles invitan a ser contempladas, a ser paseadas, a respirar su ambiente, a conocer sus gentes, sus productos.
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