De
todas las tareas de jardinería, el siego del césped es una de las
más ingratas.
Al
principio la felicidad es completa, el césped recién sembrado crece
perfectamente, el crecimiento es continúo y su formación forma una
perfecta alfombra.
La
primera siega es como la primera iniciación en cualquier
acontecimiento importante, es muy ilusionante.
El
césped se consolida, se convierte en una planta viva, resistente y
necesita pequeños cuidados de mantenimiento.
Al
final, esos pequeños cuidados se convierten en una lenta y
progresiva carga. No hay tiempo para segarlo, no hay tiempo para
regarlo, ni siquiera para abonarlo.
Aparecen
los primeros síntomas de stress en el césped que se traducen en un
césped apagado, sin brillo, angostado, e incluso aparecen manchas
amarillas.
Es
el momento de ponerse manos a la obra y aplicarle toda una serie de
curas intensivas para recuperar el aspecto original del césped.
En
períodos calurosos como los que nos encontramos ahora, la siega debe
realizarse a primera hora de la mañana y la longitud del corte debe
estar comprendido entre los 4-5 centímetros.
Los
riegos son más periódicos y deben realizarse a primera hora de la mañana o a
última hora del día.
Y a comienzos de primavera, un buen abonado aportará los
nutrientes necesarios para desarrollarse en perfecto estado.
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