El ciprés pertenece a la familia de las cupresáceas abarcando más de 130 especies de árboles y arbustos.
Originario de Oriente Próximo se extendió hacia el oeste colonizando rápidamente el área mediterránea, convirtiéndose en una especie muy utilizada en nuestros jardines.
Es un árbol bastante longevo, puede vivir 500 años y alcanzar alturas entre los 20 ó 30 metros.
Se adapta muy bien a todo tipo de suelos.
Soporta suelos pobres y climas fríos, ventosos y secos.
Las heladas continuadas pueden perjudicarle.
Su corteza es de color marrón oscuro, sus hojas verdes crecen pegadas a la rama superpuestas como escamas.
Árbol monoico, es decir contiene flores masculinas y femeninas.
Los verdes frutos llamados gálbulos se tornan de un marrón grisáceo al madurar.
El ciprés es utilizado para la formación de setos, como aislamiento acústico o como pantalla contra el viento.
Se reproduce fácilmente por semilla, sembrándose en primavera. Preferible tierra ligera y rica en nutrientes.
El ciprés ha sido considerado por diversas culturas como árbol espiritual.
Admirado por su porte y fortaleza asciende lentamente hasta alcanzar el infinito. Nuestras miradas intentan seguirle queriendo unirse a su viaje ascendente.
Conocido como Árbol de la Muerte, compañero y testigo mudo de hombres y mujeres que ya no respiran. Por ello es habitual encontrarlo en los cementerios.
También es conocido como Árbol de la Vida, donde los bosques de cipreses eran recomendados en ciertos momentos como lugares idóneos para personas con dolencias respiratorias.
Árbol asociado a lugares de especial significación: Templos sagrados, Monasterios, Iglesias, Claustros, Casas señoriales, Ventas, etc. En estos lugares el ciprés simbolizaba un buen emplazamiento, un buen acogimiento, en definitiva un estandarte de bienvenida.
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