Era
un día de octubre muy caluroso, un día con un sol especial y
espectacular, divino para recorrer el Jardín Botánico de Madrid.
Desde
el norte hasta el sur y desde el este hasta el oeste, "molto bello".
Pero
hay un rincón especial que causa adicción, el invernadero.
Desde
el momento en que abres la puerta, se abre un nuevo mundo.
El
ambiente cargado, la humedad y el calor hace que te desprendas de las
prendas de abrigo.
Empiezas
a estar a gusto, a sentirte atraído por la infinidad de curiosas
especies.
Si
me preguntas por alguna en concreto recuerdo muchas, pero hay una que
impacta, es la llamada tillandsia usneoides conocida comúnmente como
barba de viejo.
Muestro
fotografías para que os hagáis una idea y sobre todo para
comprenderla.
Se
asemeja a una cabellera o melena larga, suelta, brillante, vaporosa,
elegante, amiga y compañera de sus plantas vecinas y de los ojos que
la observan.
Es
una epifita que vive en las ramas de los arboles y corren rumores no
muy acertados, asegurando que se nutre de los mismos hasta terminar
con ellos.
Pero
hay que salir en su defensa ya que simplemente le sirve de sujeción,
alimentándose de las minúsculas partículas que flotan en el aire, de
la humedad, del polvo. En cierto modo, realiza una pequeña tarea de
limpieza del medio ambiente.
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