La
vida de una planta no siempre es como desearíamos que fuese.
Las
plantamos en el suelo de nuestro jardín o en las macetas de nuestra
terraza y soñamos con un próspero futuro para ellas.
Pero
su ciclo vegetativo puede verse afectado por condiciones adversas que
les provocan graves daños.
El
frío frena y paraliza su crecimiento, su aspecto parece enfermo,
contraído, sin brillo.
Si
el frío se intensifica y las temperaturas bajan repentinamente
provocan la congelación y fulminante muerte de la planta.
Por
otro lado, el calor no menos amable puede desencadenar también
situaciones desfavorables.
El
calor intenso incide directamente en la estructura interior y
exterior de la planta, provocando su deshidratación y posterior
sofocamiento.
Si
a esto añadimos condiciones extremas de falta de agua, el riesgo es
paralización inminente de sus funciones vitales y su fallecimiento.
El
exceso de agua por otro lado provoca también importantes daños, las
raíces no pueden absorber más y se produce una inactividad
provocando un marchitamiento general.
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