El término paisajismo revoluciona la concepción de espacio, invita a contemplarlo, a disfrutar de él y a interactuar con él.
Pongamos un ejemplo, El Retiro de Madrid es como una caja de Pandora donde las sorpresas son alucinantes. El color del cielo con sus trazos finos o gruesos, el sonido del aire, el frescor del rocío, el calor de los primeros rayos del sol, el sonido de los pájaros, el ronroneo de los gatos, el roce de las ramas, el sonido de la gravilla es toda una maravillosa sinfonía de sensaciones.
Aunque para alucinante el Palacio de Cristal, un edificio construido por Ricardo Velázquez Bosco con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas.
Edificio de estructura metálica, dividido en tres naves laterales y una central, cubiertas de paredes y techos de cristal.
Ubicado en un terreno vivo, donde la tierra está fresca, la hierba huele a mojado y los castaños de Indias miman y acarician sus paredes acristaladas.
No hay secretos, es transparente, las columnas jónicas se hermanan con los troncos de los castaños y las ramas se entrelazan con las estructuras arqueadas, es una obra maestra.
Un Palacio que brilla, refleja y proyecta luz gracias a su importante acristalamiento. Un lazo de color cerámico rodea el edificio con motivos de todo tipo, entre los que encontramos flores, dragones, uvas, aves.
Una escalinata de suave granito traza el camino perfecto para fusionarse con el entorno y acoger en su regazo un lago artificial de cuento de hadas donde ejemplares como el ciprés de los pantanos añade notas enigmáticas y cautivadoras.
Una maravillosa postal donde arquitectura y paisaje conviven en perfecta armonía.
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