Es un jardín con las puertas abiertas, con senderos y pequeños caminos que facilitan el acceso a cada una de sus maravillosas galerías de arte.
Un jardín donde el tiempo no importa, ni tan siquiera interesa, un jardín amigo, vivo y vibrante donde se asoma tímidamente una importante historia.
Las amplias zonas de césped producen un efecto muy agradable y placentero. El césped fresco y mullido se convierte en un extenso lienzo donde surge una frondosa y brillante vegetación.
El agua corre entre rocas, helechos y musgos accionando el mecanismo de una rueda antigua o molino. Su lento fluir regala paz y sosiego.
Las diferentes esculturas dotan de profundidad visual al jardín y atraen como un imán poderoso todas las miradas.
El simbolismo de los elementos escultóricos se entremezcla con los elementos vegetales, añadiendo un relieve mágico al entorno.
Un jardín que forma parte de la vida social y cultural de personas que viven en el kibuzt.
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