Los días de fiesta nos permiten entre otras cosas, descansar y desconectar de lo cotidiano.
Es lo que yo llamo cruzar al otro lado, al lado de la felicidad.
Una felicidad por la que no hay que pagar entrada, una felicidad libre, al alcance de todos, sin fronteras.
Pasear entre hayas significa recibir un baño de sensaciones, donde cuerpo y mente se liberan y el pensamiento fluye.
Los rayos del sol acarician las ramas y los reflejos tornasolados y anaranjados producen efectos mágicos.
El aire, su mejor amigo peina su ramas dejando volar docenas de juguetonas hojas.
El otoño nos deja imágenes impregnadas de una calidez extraordinaria.
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